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Datacenter: El corazón de la cuarta revolución industrial
Gracias a los centros de datos es posible la economía y la cultura digital.
Cuando se habla de ‘la nube’ o cuando alguien dice que ‘subió la información’ está utilizando una analogía popular pero inexacta. La nube y todo Internet residen en enormes edificios muy bien construidos en tierra firme: los datacenter o centros de datos.
Las empresas de hoy no podrían mantenerse vivas sin los centros de datos, en los cuales alojan su información vital y en donde ocurren los principales procesos de negocios. Las transacciones, el contacto con los clientes, el nuevo petróleo que son los datos; todo esto vive en espacios especialmente diseñados para prevenir cualquier contingencia, física o digital, y concentran los recursos de hardware y software que permiten que suceda la magia de la economía digital.
En 2020, el mundo invirtió 220.000 millones de dólares en centros de procesamiento de datos (cifras de Statista) y la proyección preliminar indica que en 2021 la cifra ascendió a 237.000 millones de dólares.
Las tecnologías de computación en la nube muestran una dinámica innovadora que nada tiene que envidiar a la que vemos en otros campos de la industria. Con la importancia que tienen los centros de datos en nuestros días, es difícil imaginar que tan solo dos décadas atrás todavía era normal el viejo modelo de un servidor propio en cada organización, con su ‘espagueti’ de cables enredados entre racks en un cuarto frío, atendido por un equipo de ingenieros que figuraban en la nómina.
La primera función histórica de los centros de datos fue asegurar la información sensible de las empresas, en edificaciones antisísmicas, dotadas de poderosos sistemas de aire acondicionado y blindadas contra casi cualquier eventualidad, desde accidentes informáticos hasta actividades terroristas. Las empresas descubrieron rápidamente las ventajas de migrar sus datos a estos servicios prestados por terceros, como una estrategia de outsourcing costo efectiva.
Segmento en constante evolución
Desde luego, los datacenter son mucho más que el ‘colocation’ (alquilar espacio para que las empresas alojen su hardware). Los datacenter rápidamente hicieron posible el modelo por demanda, que cambió para siempre la historia de la tecnología en los negocios y dio vida a las nubes privadas, públicas e híbridas, que constituyen el corazón de la cuarta revolución industrial. Desde los bancos y los proveedores de streaming, hasta el consumidor final que revisa su correo o trina en su cuenta de Twitter, prácticamente todo el mundo, corporaciones y ciudadanos pasan por centros de datos cada día.
El acceso remoto (teletrabajo, aplicaciones, información) y el contenido en línea (Netflix, las plataformas de contenido digital y el social media) solo son posibles gracias a las enormes redes de centros de datos que mantienen viva a la economía digital. Desde allí es posible garantizar la continuidad de los negocios y las transacciones 24 horas y siete días a la semana.
La pandemia aceleró el tránsito a la computación en la nube y con ello incrementó la relevancia de estos espacios en la economía mundial. Así, no han parado de perfeccionar sus capacidades y hoy se configuran tendencias como Edge Data Center, que es un esfuerzo por colocar los recursos y contenidos digitales lo más cerca que sea posible de los usuarios que los demandan, para reducir al mínimo imaginable la latencia y mejorar la disponibilidad de los contenidos y lo servicios. Se trata de un esfuerzo de computación distribuida, orientada a la proximidad, y que se complementa con el modelo clásico de los grandes centros de datos centralizados.
En la búsqueda de la mayor eficiencia energética se halla otro de los esfuerzos de innovación en la industria de los centros de datos. Hay diversas estimaciones del impacto no deseado de los datacenter en el consumo energético, y probablemente algo más del 3% del calentamiento global puede estar relacionado con el funcionamiento de las enormes redes de servidores. Esta industria se encuentra en plena migración hacia la neutralidad de carbono, mediante el uso de energías verdes. Incluso se han puesto a prueba enfoques ingeniosos, como los centros de datos construidos bajo el agua, en mares y lagos europeos, para obtener la refrigeración por medios naturales. Un ejemplo es el centro de datos con 864 servidores que Microsoft sumergió 35 metros bajo el agua en 2018, cerca de las islas Orcadas en Escocia.
Capacidad en ascenso en la Nube
Los datacenter concentran el 88% de la capacidad de almacenamiento total en el mundo y, desde luego, mejorar esa capacidad es un esfuerzo titánico, así como garantizar la disponibilidad máxima de los servicios. Un banco no puede permitirse caídas sensibles de sus sistemas, así que la nube necesita redundancia, Inteligencia Artificial predictiva y otros conceptos en boga en la ingeniería de estos espacios.
Latinoamérica y Colombia, en particular, experimentan en la actualidad una inusitada aceleración del negocio de centros de datos. Un estudio reciente encargado por la firma Scala encontró que las principales contribuciones de los datacenter en la región son, en su orden, ayudar a la digitalización de la economía e introducir los negocios en la era de los datos. El tercer mayor aporte es el aumento de la competitividad de las industrias.
Las grandes empresas completaron hace algún tiempo la migración a las nubes, y el desafío se encuentra hoy en las pymes, para las cuales la transformación digital está todavía en proceso. Es una de las razones del auge que vive la industria en la región, en donde las medianas y las pequeñas empresas constituyen el segmento mayoritario de las organizaciones de negocios (95% del total de empresas, en el caso colombiano).
De hecho, mientras en Europa el ritmo de construcción de nuevos centros de datos crece al 9% anual, en Latinoamérica crece al 15%. Colombia, México y Brasil ofrecen el panorama más atractivo en este mercado.
En Colombia ya disponemos de Data Center de nivel Tier IV, la mayor jerarquía en la calidad de un centro de datos, en la cual todos los componentes son tolerantes a fallos y se garantiza a los clientes la disponibilidad del servicio del 99,995%. Mientras usted lee estas líneas, se construyen nuevas edificaciones cerca a Bogotá, Cali, Medellín y en la región Caribe.
Prácticamente cada novedad tecnológica que nos asombra, ese nuevo servicio de películas y series al que nos suscribimos, o el bot del banco con el que conversamos en la mañana para solucionar una queja, están localizados en un lugar, no en la etérea nube imaginaria, sino en un edificio poderoso en el que cobra vida la era digital.